Requisitos para el Chelado (parte I)

Un Documento leído por Babu Mohini M. Chatterji, ante la Logia de Londres de la Sociedad Teosófica

 

Editorial Marzo 2016

 


Durante el año de 1884, Mohini M. Chaterji realizó una larga gira por Europa, acompañando a H.P.B. y al Coronel Olcott. Durante este tiempo Mohini actuó como chela (celā) de su Maestro, y su gran erudición fue usada, entre otras cosas, para difundir y aclarar muchas de las cuestiones que no eran comprendidas sobre los Maestros y por consiguiente sobre la realidad del proceso por el cual un ser humano debe atravesar para llegar al estado alcanzado por Ellos. En los primeros tiempos del Movimiento Teosófico, cuando se dio a conocer la existencia de estos grandes seres y a medida que muchas personas involucradas en el Movimiento fueron teniendo contacto directo o indirecto con los Mahatmas, se hizo muy común que las personas no comprendieran el por qué de su conducta y su supuesta “negativa” a transmitir más conocimiento del que ya transmitían. Hasta hoy en día es común que las personas que se acercan a este estudio, por no tener un conocimiento mínimo de las leyes que gobiernan su comportamiento, crean ser capaces de “juzgar” la forma en la que la Logia a la que pertenecen lleva adelante sus planes. Una gran cantidad de material fue escrito con la intención de aclarar estos puntos, tanto celās como estudiantes publicaron artículos y dieron charlas sobre esto, y podemos encontrar párrafos enteros en Las Cartas de los Mahatmas dedicados a dar explicaciones sobre este punto. Los Maestros jamás le negarían un conocimiento a nadie, sería ilógico pensar que aquellos que han dado todo por esta humanidad nos quieran someter a una existencia de ignorancia por no querer compartir el conocimiento que alcanzaron, pero Ellos en lugar de darnos una respuesta que sería incomprensible para nosotros y que sólo podría provocar más mal que bien, se limitan a darnos hasta donde pueden y nos muestran, con todas sus fuerzas, el camino que debemos recorrer para poder acceder a las respuestas por nuestra propia capacidad, que es el mismo que Ellos recorrieron.

En aquel momento Mohini se encontraba escribiendo el libro El Hombre: Fragmentos de una Historia Olvidada1, junto con Laura Holloway, y podemos ver como este texto que lee en la Logia de Londres esta extraído en su mayoría del último capítulo de este libro, con algunas pequeñas modificaciones. Aquí él hace una descripción de la verdadera naturaleza de los Adeptos, lo que lo lleva a exponer una profunda explicación de los pasos requeridos para entrar al sendero del chelado. Explica que el primero de los pasos que debe llevar adelante un estudiante es el de generar un profundo conocimiento de la filosofía esotérica, esto se repite en la mayoría de los “esquemas” de desarrollo espiritual, es conocido como viveka y una de sus traducciones es “discernimiento”, el discernimiento de lo real y lo irreal, de lo permanente y lo transitorio. Y nos hace un llamado a la importancia de la tarea del Movimiento Teosófico en este punto, en el de difundir este conocimiento, y hacerlo lo más accesible posible. Claro que nadie puede dar lo que no posee, y primero deberíamos ocuparnos en un profundo estudio sobre la Teosofía. Luego continúa desarrollando los siguientes “logros”, dejando en claro que la tarea no concluye ahí.

A continuación presentamos la primera parte de este importante artículo que nos dejó Mohini M. Chaterji en un momento en el que él mismo se encontraba luchando por recorrer este sendero, lo que finalmente no pudo lograr en ese momento, pero aun así alcanzó a transmitir un conocimiento que puede ayudar a otros en este camino.

Presentado por Emmanuel Velázquez

Integrante del Centro


 

 

 

El poder de los Adeptos sobre las fuerzas de la naturaleza, generalmente no reconocido, ha sido explicado en varias ocasiones, pero ninguna narración de ellos puede posiblemente ser satisfactoria, sin poner de relieve su bondad y su preocupación por el bienestar de la raza, lo cual un hombre ordinario no puede comprender, más de lo que pueda un salvaje de la Polinesia medir la altura intelectual de un Newton o un Galileo.

Frecuentemente se expresa la sorpresa de que la filantropía de los Mahatmas, no los induzca a abandonar su aislamiento y trabajar por los hombres entre los hombres. Pero la razón para tal aparente conducta extraña de parte de estos hombres divinos no es tan difícil de hallar. La capacidad productiva de nuestras energías varía de acuerdo con el plano en el cual ellas operan. Un albañil trabajando de sol a sol produce un trabajo que, cuando se estima su valor en dinero, se encontrará que es una pequeña fracción del valor de la hora de trabajo de un hombre de ciencia. La diferencia en los efectos generados por una cantidad de energía dada sobre los planos físico e intelectual es así evidente. Aquellos que están familiarizados con las leyes de la dinámica espiritual saben que el trabajo producido por una cantidad de energía dada en el plano intelectual es, a su vez, infinitamente menor que la producida por la misma cantidad actuando en el plano del espíritu, el principio más elevado en el hombre de acuerdo con la doctrina oculta. Es más irracional, entonces, esperar que un Adepto trabaje con nosotros en el plano ordinario que sugerirle a Sir William Thompson que se convierta en zapatero.

El valor de un descubrimiento científico como un triunfo intelectual puede ser mejor estimado por un estudio adecuado de los varios pasos que llevó alcanzarlo. Del mismo modo la excelencia alcanzada por un Adepto solo puede ser apreciada, aunque sin duda de una manera muy general e incompleta, por una cuidadosa consideración de su entrenamiento preliminar.

De acuerdo con los más autorizados tratados sobre esta ciencia oculta de la cual el Adepto es un maestro, verificado por la experiencia de sus estudiantes vivientes, nadie es admitido en el santuario interno para instrucción hasta alcanzar un cierto estado de desenvolvimiento espiritual, caracterizado por la obtención de lo que en los libros brahmánicos se llama las cuatro sādhanas o logros.

El primer “logro”, que un neófito debe tener, es el correcto conocimiento de lo real y lo irreal. El objeto a ser alcanzado con la ayuda de la “Gran Ciencia”, como es llamada, es la realización de la verdad, y el Adeptado no es sino la señal de cierto estado de esta realización, es claro que el primer paso que se debe dar es ganar una comprensión intelectual de qué es la verdad. Pero ¿qué es la verdad? No debe ser preguntado por el neófito, como lo hizo el procónsul bromista, y rehusarse a esperar la respuesta. Si Pilatos la hubiera preguntado en Sánscrito, puede que la hubiera contestado con su propia boca. Ya que la palabra sánscrita en sí misma ofrece una pista de la naturaleza de la verdad. En esta lengua, verdad y realidad se dicen del mismo modo2, y realidad es definida por ser aquello que no es afectado por el tiempo, o, en la fraseología pintoresca del original, que permanece como testigo de las tres divisiones del tiempo: pasado, presente y futuro. El primer logro, por lo tanto, consiste en una íntima convicción intelectual del hecho de que todo y cada cosa que aparece teniendo una existencia separada de Parabrahman es meramente una ilusión (Māyā). Por lo tanto, es claro que ante el presente estado del Movimiento Teosófico, el deber que pesa sobre la Sociedad y todos sus miembros es diseminar el conocimiento de la Doctrina Esotérica, la verdadera filosofía de lo real y lo irreal, como la única capaz de sentar las bases de progreso alguno.

El segundo logro marca el próximo paso en el sendero, y es el efecto permanente producido en la mente por el conocimiento teórico, que constituye el logro precedente. Cuando el neófito ha captado por una vez el carácter irreal de los objetos que lo rodean, deja de desearlos; y de este modo, está preparado para adquirir el segundo logro, que es una perfecta indiferencia al placer por los frutos de sus acciones, tanto aquí y como en el más allá.

Los estudiantes exotéricos caen en un grave error por su incapacidad de captar el verdadero espíritu de la prohibición de actuar bajo el impulso del deseo. Suponen erróneamente que la mejor preparación para la vida espiritual es forzosamente reprimir toda expresión exterior de deseo, perdiendo totalmente de vista el hecho de que incluso la más rígida abstinencia en los actos físicos no produce inactividad en los planos más elevados de la existencia espiritual ni mental. Śakarācārya, en sus comentarios acerca de la Bhagavad Gītā, uno de los más acreditados de los escritos sagrados brahmánicos, dice que tal conclusión es simplemente engañosa. Una suposición apresurada puede aquí hacer pensar que estas consideraciones tendrían el efecto de convalidar la persistencia en el mal, pero cuando el deseo de mejorar está constantemente presente en la mente, y el carácter del mal totalmente comprendido, cada fracaso en la tentativa de armonizar la naturaleza interior con la exterior, mediante la revulsión de sentimientos que produce, reforzará la determinación de tal manera que todo deseo malo será rápidamente aplastado. Esta es la razón de por qué Eliphas Levi tan vehementemente denuncia la institución forzada del celibato entre los sacerdotes romanos. La personalidad de un hombre en un momento dado es el resultado de todos sus actos, pensamientos y emociones previos, cuya energía inclina constantemente su mente a actuar en una forma particular. Todo intento, por lo tanto, de curar esta inclinación mental reprimiendo su expresión en el plano externo es tan inútil como hacer volver a la circulación la sangre viciada, que busca una salida natural. El deseo interno esta siempre forjando nuevos vínculos en la cadena de la existencia material, incluso aun cuando se le niegue su manifestación externa. El único camino para liberarse de las ataduras de Karma, que produce nacimiento y muerte, es dejar que la energía almacenada se disipe a sí misma meramente como una porción de la gran energía cósmica, y no darle un tinte de personalidad aplicándola a nosotros mismos. La misma Bhagavad Gītā trata de este asunto en términos nada equívocos. El gran maestro Kṛihṇa reprende a su discípulo Arjuna por haber expresado una aversión a realizar sus deberes pertenecientes a su condición de vida. La razón es perfectamente clara: comparado con la gran realidad todo lo de este mundo es irreal, por lo tanto, la renuncia a los deberes que tenemos por nuestro nacimiento, por algo igualmente irreal, solo acentúa la ignorancia que hace que lo irreal parezca como lo real. El sabio curso, sugerido por Kṛihṇa, es que Arjuna debe realizar todos sus deberes desinteresadamente. “Tu derecho es sólo el acto”, dice el maestro, “este termina con la realización del acto y nunca se extiende a los resultados”. Debemos realizar nuestro deber por razón del deber mismo y nunca permitir que la mente se preocupe por los frutos de nuestras acciones, ya sea placentera o dolorosamente. Purificados de la mancha del egoísmo los actos pasan como el agua sobre la hoja del loto sin mojarla. Pero si el acto es hecho como un medio para alcanzar un fin personal, la mente adquiere una tendencia a repetirlo, y así se necesitan más encarnaciones para agotar aquella tendencia.

 

(Continúa)

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1- Originalmente Man: Fragments of Forgotten History, por Laura Carter Holloway y Mohini Mohun Chatterji. Recientemente fue publicada una nueva edición  en castellano bajo el titulo de El Hombre: Fragmentos de una Historia Olvidada, por Esperia Editorial Teosófica, con el agregado de referencias históricas y biográficas.

2- La palabra para “realidad en sánscrito es sat (सत्), la cual es un participio presente del verbo as, equivalente a “ser”. La palabra para “verdad” es satya (सत्य), la cual se encuentra en el mismo campo semántico de sat derivada de la misma.

 

Notas:

  • Originalmente publicado en la revista The Theosophist, Vol. V, en septiembre del año 1884, págs. 281-283, bajo el título Qualifications for Chelaship”.
  • La traducción fue realizada por integrantes del Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina.