La Carta del Mahāchohan de 1881
Editorial Diciembre 2016
El Sr. K.H. comenta que esta carta surge de una conversación que él mantuvo con un Maestro llamado el Mahāchohan, que al parecer era su Maestro, trata de una cantidad de tópicos para llevar a cabo el Plan que se había propuesto a través de la S. Teosófica, de difundir la parte más esencial de la Doctrina Divina, en la cual se trata de reformar la conducta humana enseñando paulatinamente esta Doctrina. El mismo Sr. Mahāchohan, da una idea cabal de que la Teosofía no debe llevar al hombre a la cumbre de su más alto anhelo, o sea al estado de Nirvāṇa, olvidando en ese propósito, que una gran parte de la humanidad quedaba tras un velo de oscurantismo, dolor e ignorancia. Por lo que da detalles precisos para que el hombre progrese sin dejar de difundir que la Sabiduría Divina puede ser alcanzada también a través de inculcar en la mente de todos los hombres los altos valores morales de una verdadera Fraternidad.
La “Lucha por la vida” da forma a una sociedad competitiva, por acceder a mayores comodidades y en la medida que son alcanzadas esas comodidades, se forman clases sociales que ven despectivamente a aquellos que no logran alcanzarla por varios motivos, esas clases sociales tienen mayor acceso al estudio, placeres y goces de la vida, se apodera de ellos una actitud fría e indiferente con los menos pudientes de una sociedad, como también el desprecio por el color de su piel, raza o castas y aún las religiosas. Estas notables diferencias no han cambiado mucho desde que se escribió esta carta, para dos personas que crecieron en un medio en que la falta de oportunidades, llevaba a muchos seres humanos a un estado de esclavitud y las clases más altas de esa sociedad intelectual veían esto con indiferencia o como un asunto normal, la visión de estos dos hombres, A. P. Sinnett y A. O. Hume, con sus intelectuales y materialistas ideas no ayudaban a la “desesperada empresa” que habían emprendido los Maestros junto a H.P.B.; pero, la visión del Sr. Mahāchohan, mostró la condición mental de la humanidad de ese tiempo y qué se debía desterrar de ella, para proseguir en los tiempos futuros con el esperanzador Plan que pudiera dar cumplimiento, con el Orden de Evolución en los Ciclos siguientes. El Sr. Mahāchohan, plantea como el miedo que se inculca a las masas ignorantes a través de supuestos infiernos con castigos eternos, hace que el ser desprovisto de conocimiento y sentido común, luche denodadamente por una superstición religiosa que le dice que se salvará si cree ciegamente, en mitos religiosos que han sido siempre la perdición de gran parte de la humanidad, mientras los sacerdotes asalariados lejos de actuar por Amor al pobre paria, devoran la gordura de la tierra y sus templos rebozan de oro mientras la educación y el alimento son dos grandes ausentes entre los pobres. El Sr. Mahāchohan, insta a que se enseñe sobre las Doctrinas de Karma y Reencarnación, que no existe juez más justo que el Karma y que en cada reencarnación éste dará a cada individuo la oportunidad de enmendar la falta que por ignorancia se haya cometido. La Teosofía no fue expuesta al mundo para una clase de intelectuales soñadores ni para conformar una academia de fenómenos henchidos de egoísmos y peligrosa caída hacia el abismo de las magias que distan de ser Blancas. La Teosofía, es traída nuevamente a la humanidad, para que con su estudio, y aplicación, los cerrados ojos del Alma se abran a la Luz de su Sabiduría. Él explica la importancia de proseguir en el Buddhismo Esotérico, los estudios más encumbrados que llevan al estudiante a una realidad mayor, y que de esa realidad se puede ayudar a que la mayor parte de la humanidad ascienda de manera correcta por la espiral de la evolución.
Si la Sociedad Teosófica fue elegida para ser la Piedra Angular de las futuras Religiones del Mundo, creo que aún no hemos cumplido con ese Santo propósito, porque ha sido a los Teósofos a quienes se les encomendó esa Misión, pero al parecer siempre prevalecen las viejas tendencias humanas, que evitan que el cuerpo y el Alma se unan como debieran; si entendemos las diferencias que hay entre un Teósofo, La Teosofía y las Sociedades Teosóficas queda por demás claro.
Salir a la arena, es el mayor desafío que se le hace al estudiante, muchos piensan que acudir a una Rama o Logia ya es cumplir con el Deber, fuera de ellas, existe un mundo que hay que convocar por los medios que tengamos a nuestro alcance, e informar sobre la Teosofía, explicar de que se trata, es evitar que la Raza Humana se siga precipitando al abismo de los vicios más denigrantes que avergüenzan a toda la Raza, enseñar Teosofía, es llenar al mundo de esperanza porque nada termina con la muerte, y que derrochar la vida en fútiles placeres, es vivir muerto y sin la esperanza de entrar al estado de beatitud del Dewachen,y lo más penoso es tener que regresar llenos de culpas y no entender porqué nos pasan tantas cosas dolorosas en la vida.
Si el mundo del hombre, sigue en estado caótico hoy como hace dos mil diecisiete años, es porque como dice el Sr. Mahāchohan, ni la Religión ni la Filosofía y cabe agregar las políticas aplicadas, han poseído jamás la Verdad, todas han venido fracasando, porque no se han guiado por la Luz de su Sabiduría, sino, que se han guiado por el ciego egoísmo que siempre ha derrumbado silenciosamente a más de una civilización.
Hoy, el grueso de la humanidad, mantiene una implacable “lucha por la vida”, el descarrío de los jóvenes, no es casual, dado que la mayoría de los padres deben trabajar arduamente para mantener esa “insaciable lucha por la vida”, los vicios sin control, están destruyendo a esa juventud, los entretenimientos basados en la tecnología, los mantiene ausentes de una verdadera unión familiar. Hoy, todo desacuerdo político y religioso, termina en una guerra donde mueren miles de inocentes, muchos huyen de sus terruños, de sus amados países y caen víctimas de los más oscuros intereses inhumanos que se hace difícil imaginar tales grados de crueldad, muchos mueren en el mar, sin poder alcanzar una esperanzadora orilla hacia una libertad sin destrucción, sin hambrunas y sin enfermedades. Hoy, muchos países que han saqueado sus tierras, no los quieren admitir en sus tierras a donde han tenido que huir siendo que esos que los abandonan mucho tienen que ver con las genocidas guerras que han invadido sus tierras, sus hogares, sus familias.
El mundo se retuerce en llamas de dolor, abandono e indiferencia, todo esto se podría detener, si por un momento se tomarán en serio las advertencias de estos magníficos hombres como el Sr. Mahāchohan, y se volcará la vista hacia las Doctrinas del pasado, que tienen mucho para enseñarnos sobre nosotros mismos, y principalmente cómo es posible detener el horror en que vivimos si tan sólo comenzáramos a poner en práctica el principio fundamental de unión entre todas las Razas, La Fraternidad.
A pesar de los años que han pasado, esta carta mantiene su vigencia, hemos enumerado una gran cantidad de males que hoy aquejan a nuestra humanidad, para poder compararlos con el comentario, profundo y sabio de este ilustre Maestro, el Señor Mahāchohan.
Una carta que nos servirá para reflexionar y quizá caiga en el corazón de los hombres equivocados y los ayude a tomar las mejores decisiones que puedan traer a nuestra raza humana, un futuro de Fraterno Amor, Colaboración y una auténtica Compasión y a los estudiantes de Teosofía, tengan a bien captar con toda la responsabilidad que nos cabe, el sentido tan importante del “Salir a la Arena”, que para cuyo propósito, es necesaria una Fraterna Unión, para poder difundir la Teosofía, ya que los que nos llamamos Teósofos, aún parecemos remar la barca por un lento y espeso mar sin poner en práctica el Compromiso que hemos tomado al ingresar al Movimiento Teosófico y que mucho tiene que ver con todo lo que el Sr. Mahāchohan dice en su mensaje a través del Sr. K.H.
Aunque desde el año 1881, en que fue escrita esta carta, en el Tibet y en el Buddhismo, muchas cosas han cambiado, el grueso de los problemas humanos siguen siendo los mismos, cuando no, agravados por las deficiencias humanas que el Sr. Mahāchohan enumera, por lo tanto la vigencia de esta carta se extiende en el tiempo, cosa que sigue siendo una gran preocupación para quienes han venido luchando y los que luchan por la superación Moral y Espiritual del hombre. Desde el año 1881, hasta hoy, una larga lista de nobles hombres y mujeres, inmolaron sus vidas, en su intento de reformar la conducta de toda la raza humana; los éxitos han sido aislados, y aunque perduran sus mensajes, sus voces, los oídos y el corazón humano, permanecen sordos. La silenciosa presencia de estos grandes Hombres, de un profundo conocimiento sobre la naturaleza humana, espera a que desde el centro de toda esta miseria y dolor que padece toda nuestra Raza por nuestros propias acciones, surja, no un Hombre, sino un grupo de ellos, que traigan en sus manos, la Valentía y la Voluntad, de romper con siglos de esclavitud en la ignorancia, y que sus poderes radiquen tan sólo en la Fuerza de esa Verdad, que eterna e inmaculada, también espera que el Corazón del Hombre, le abra sus puertas.
Presentado por E.S.C.
Integrante del Centro
Esta carta es una versión abreviada del punto de vista del Chohan sobre la S.T. de acuerdo a sus propias palabras, tal como fueron dadas anoche. Pronto seguirá mi propia carta en respuesta a la suya.
K.H.
Siendo la doctrina que nosotros promulgamos la única verdadera, debe —apoyada por tales evidencias como las que estamos preparados a dar— triunfar finalmente como toda otra verdad. Sin embargo es absolutamente necesario inculcarla gradualmente, reforzando sus teorías —que son hechos irreprochables para quienes saben— con inferencias directas deducidas de y corroboradas por la evidencia que proporciona la moderna ciencia exacta. Esta es la razón por la cual el Coronel H.S.O., quien se ha dedicado a revivir el Buddhismo, debe ser considerado como alguien que trabaja en el verdadero sendero de la Teosofía mucho más que cualquier otro hombre que tenga como objetivo la gratificación de sus propias ardientes aspiraciones por el conocimiento oculto. El Buddhismo, despojado de sus supersticiones, es la verdad eterna, y quien lucha por esta ultima está luchando por la Theos-Sophia, Sabiduría Divina, que es sinónimo de Verdad. Para que nuestras doctrinas reaccionen en forma práctica sobre el así llamado código moral o las ideas de veracidad, pureza, abnegación, caridad, etc., tenemos que popularizar el conocimiento de la Teosofía. Lo que constituye al verdadero Teósofo, no es el decidido propósito individual de obtener para si mismo el Nirvana (la culminación de todo conocimiento y sabiduría absoluta) —lo que después de todo no es más que un egoísmo exaltado y glorioso— sino el buscar por el propio sacrificio los mejores medios de encaminar a nuestro prójimo hacia el recto sendero, y que el mayor número posible de nuestro semejantes puedan beneficiarse por este sacrificio.
Las porciones intelectuales de la humanidad parecen estar rápidamente derivando en dos clases, una que se prepara inconscientemente para pasar largos periodos de aniquilación temporal o estados de inconsciencia, debido a que renuncia deliberadamente a su intelecto, apricionándolo en los estrechos surcos del fanatismo y la superstición, proceso que no puede fallar en conducir a la absoluta deformación del principio intelectual; la otra se entrega sin freno a sus tendencias animales, con la intención deliberada de someterse a la aniquilación pura y simple en caso de fracasar, a milenios de degradación después de la disolución física. Estas “clases intelectuales”, reaccionando sobre las masas ignorantes a las que atraen, y que se ven a ellos mismos como ejemplos nobles y dignos de ser imitados, degradan y arruinan moralmente a aquellos que deberían proteger y guiar. Entre la degradante superstición y el aún más degradante materialismo brutal, la blanca paloma de la verdad difícilmente encuentra lugar donde reposar sus cansadas y no bien venidas patas.
Es tiempo ya de que la Teosofía salga a la arena; los hijos de los Teósofos tienen más probabilidad de ser Teósofos que cualquier otra cosa. Ningún mensajero de la verdad, ningún profeta, ha alcanzado jamás un completo triunfo durante su vida, ni siquiera Buddha. La Sociedad Teosófica fue escogida como la piedra angular, el fundamento de las futuras religiones de la humanidad. Para lograr el objetivo propuesto, se decidió una interacción mayor, más sabia y especialmente más benévola entre los más elevados y los más humildes, entre el Alfa y el Omega de la Sociedad. La raza blanca debe ser la primera en extender una mano amiga a las naciones de piel oscura, en llamar hermano al pobre y despreciado “negro”. Esta perspectiva puede no complacer a todos, pero no es Teósofo quien objete este principio.
En vista del siempre creciente triunfo y al mismo mal uso del libre pensamiento y la libertad (Eliphas Levi lo llamaría el reino universal de Satán), ¿cómo puede ser contenido el instinto natural del hombre de infringir la hasta ahora inaudita crueldad y gravedad, tiranía, injusticia, etc., si no es a través de la tranquilizadora influencia de la hermandad, y de la aplicación práctica de las doctrinas esotéricas de Buddha? Porque como todo el mundo sabe, la completa emancipación de la autoridad de esa potencia o ley que todo lo abarca, llamada Dios por los sacerdotes —Buddha, Sabiduría Divina, iluminación y Teosofía, por los filósofos de todas las épocas— significa también la emancipación de cualquier autoridad de la ley humana. Una vez desligada y liberada del peso muerto de las interpretaciones dogmáticas, de los nombres personales, de las concepciones antropomórficas y de los sacerdotes asalariados, se probará que las doctrinas fundamentales de todas las religiones son idénticas en su significado esotérico, y quedará demostrado que Osiris, Kṛiṣṇa, Buddha y Cristo no son más que distintos nombre del único y mismo camino real hacia la beatitud final —Nirvana. El Cristianismo místico, es decir aquel Cristianismo que enseña la auto redención por medio de nuestro propio séptimo principio —este Param-Atma (Augoides) liberado, llamado por unos Cristo, por otros Buddha, y equivalente a la regeneración o renacimiento en espíritu— encontrará exactamente la misma verdad que el Nirvana del Buddhismo. Todos nosotros tenemos que liberarnos de nuestro propio Ego, el yo aparente e ilusorio, para reconocer nuestro Yo verdadero en una vida divina transcendental. Pero si no queremos ser egoístas, debemos esforzarnos en hacer que otros vean esta verdad, reconozcan la realidad del Yo trascendental, el Buddha, el Cristo o Dios de todos los predicadores. Es por esto que incluso el Buddhismo exotérico es el sendero más seguro para conducir a los hombres hacia la única verdad esotérica.
Tal como encontramos el mundo en la actualidad, ya sea cristiano, musulmán, o pagano, la justicia es desatendida, y el honor y la misericordia, lanzados a los vientos. En una palabra, ¿cómo —en vista que los principales objetivos de la S.T. son malinterpretados por aquellos que están más dispuestos a servirnos personalmente— habremos de tratar al resto de la humanidad, con esa maldición conocida como la “lucha por la vida”, que es el verdadero y más prolífico padre de la mayor parte de penas y aflicciones y de todos los crímenes? ¿cómo es que esa lucha ha llegado a ser casi la única norma del universo? Nosotros respondemos: porque ninguna religión, a excepción del Buddhismo, ha enseñado hasta ahora un desprecio práctico de la vida terrena, mientras que cada una de ellas, siempre con esta solitaria excepción, ha inculcado a través de sus infiernos y sus condenaciones el más grande horror a la muerte. Es por esto que encontramos esta rabiosa lucha por la vida más feroz en las naciones cristianas, en Europa y en América. Es menos intensa en las naciones paganas, y es casi desconocida entre los buddhistas. En China durante la hambruna y donde las masas son las más ignorantes de su religión o de cualquier otra, se observó que donde hubo madres que devoraron a sus hijos fue precisamente en las localidades donde había más misioneros cristianos; donde no los había, y sólo los Bonzos eran dueños de los campos, la población murió con la mayor indiferencia. Enseñad a la gente a ver que la vida en este tierra, aún la más feliz, no es más que una carga y un engaño; que no es sino nuestro propio Karma, la causa produciendo su efecto, que es nuestro propio juez, nuestro salvador en futuras vidas, y la tremenda lucha por la vida pronto perderá su intensidad. No hay penitenciarias en los países Buddhistas, y el crimen es casi desconocido entre los Buddhistas Tibetanos. El mundo en general, y en especial la cristiandad, abandonado durante 2 000 años al régimen de un Dios personal, tanto como sus sistemas políticos y sociales basados en esta idea, han demostrado ser un fracaso.
Si los teósofos dicen: “Nada tenemos que ver con esto; las clases más bajas y las razas inferiores (las de las India, por ejemplo, según los británicos) no pueden preocuparnos, y han de manejarse como mejor puedan”, ¿qué se ha hecho entonces de nuestra bellas declaraciones de benevolencia, filantropía, reformas, etc.? ¿Son estas declaraciones una farsa? Y si lo son, ¿puede nuestro sendero ser el verdadero? ¿Deberíamos acaso dedicarnos a enseñarle a unos pocos europeos, alimentados con la gordura de la tierra —muchos de ellos cargados con los dones de la ciega fortuna— el secreto del sonido de las campanillas, de la materialización de la taza, del teléfono espiritual, de la formación del cuerpo astral; y abandonar a los prolíficos millones de ignorantes, de pobres y despreciados, humildes y oprimidos, a ocuparse de ellos mismos y de su más allá lo mejor que puedan? ¡Nunca! Antes perezca la S.T. con sus dos infortunados fundadores, a que permitamos que se convierta en nada mejor que una academia de magia, una escuela de ocultismo. Que nosotros —los devotos seguidores del espíritu encarnado del absoluto auto sacrificio, la filantropía, la bondad divina, así como de todas las más elevadas virtudes alcanzables en esta tierra de dolor, el hombre entre los hombres, Gautama Buddha— permitiéramos jamás que la S.T. se convierta en la personificación del egoísmo, el refugio de unos pocos sin ningún pensamiento para los muchos, es una extraña idea, hermanos míos. Entre los pocos vislumbres sobre Tíbet y sus jerarquías místicas de “Lamas perfectos”, obtenidos por los europeos, existe uno que fue correctamente comprendido y descrito: “las encarnaciones del Bodhisattva, Padma Pani o Avalokitesvara y de Tsong-ka-pa y la de Amitabha, renunciaron al morir a la consecución del Buddhado —i.e., el summum bonum de la beatitud y de la felicidad personal individual— para poder nacer una y otra vez para el beneficio de la humanidad”(Rhys Davids); en otras palabras, ¡para poder una y otra vez estar sujetos a la miseria, aprisionados a la carne y a todos los dolores de la vida, siempre que por tal auto sacrificio, repetido durante largos y deprimentes siglos, ellos pudiesen llegar a ser el medio de obtener la salvación y la beatitud en la vida futura para un puñado de hombres escogidos dentro de una de las muchas razas que compone la humanidad! Y es de nosotros, los humildes discípulos de estos Lamas perfectos, de quienes se espera que permitan que la S.T. abandone su noble título —aquel de Hermandad de la Humanidad— para convertirse en una simple escuela de psicología. No, no, mis buenos hermanos; hace ya demasiado tiempo que han venido trabajando bajo el error. Entendámonos; quien no se sienta lo bastante competente para comprender suficientemente la noble idea, para trabajar por ella, será mejor que no emprenda una labor demasiado pesada para él. Pero difícilmente existe un solo Teósofo en toda la Sociedad incapaz de ayudarla efectivamente, cuando menos corrigiendo las erróneas opiniones de los de afuera, si no difundiendo esta idea. ¡Oh! para los nobles y altruistas hombres que nos ayuden efectivamente en India en esta divina tarea. Todo nuestro conocimiento, pasado y presente, no sería suficiente para recompensarlo.
Habiendo explicado nuestros puntos de vista y aspiraciones, tengo sólo unas pocas palabras para agregar. A decir verdad, la religión y la filosofía deben ofrecer la solución a todos los problemas. El hecho de que el mundo se encuentre en tal mala condición moral es una evidencia concluyente de que ninguna de sus religiones ni sus filosofías —aquellas de sus razas civilizadas menos que ninguna— han poseído nunca la verdad. Las explicaciones lógicas y correctas sobre el tema de los problemas de los grandes principios duales —correcto e incorrecto, bien y mal, libertad y despotismo, dolor y placer, egoísmo y altruismo— son tan imposibles para ellas hoy como lo fueron hace 1881 años atrás. Ellas están tan lejos de la solución como siempre lo estuvieron; pero debe haber una solución consistente en algún lugar, y si nuestras doctrinas prueban su competencia para ofrecerla, el mundo estará pronto a admitir esa verdadera filosofía, verdadera religión, verdadera luz, que da la verdad y nada más que la verdad.
Notas:
- El original de esta carta aún no se ha encontrado, pero contamos con tres versiones de la misma que tienen ciertas diferencias entre ellas. La primera vez que apareció, fue en un artículo de H. P. Blavatsky, donde cita una parte importante de la misma, el artículo se llama La Sociedad Teosófica: su Misión y su Futuro, y apareció en la revista Lucifer Vol. II, en agosto del año 1888, en las págs. 421-433. Posteriormente es citada casi por completo en el libro de Alice Leighton Cleather, H. P. Blavatsky, su Vida y su Trabajo por la Humanidad. Pero la versión más completa fue la que incluyo el Sr. Jinarajadasa en su libro Las Cartas de los Maestros de la Sabiduría, primera serie.
-
La traducción fue realizada por integrantes del Centro de Estudios de la Teosofía Original.