La Transformación Personal

Editorial Febrero 2015

 


Al cumplir el segundo año del lanzamiento de esta página, una vez más contamos con el consentimiento de nuestro hermano, el Sr. Luis Spairani, para publicar uno de sus artículos como editorial del presente mes. En esta oportunidad él hace un esfuerzo por volver la atención de los lectores hacia una de los temas más delicados y esenciales en nuestro estudio, la continua influencia de Kama en nuestra mente y la necesidad de que comience a ser influenciada cada vez más por Budhi para poder avanzar en nuestro desarrollo espiritual. Con su pensamiento profundo, despliega una serie de conceptos para acceder a uno de los puntos cruciales para el cambio personal. Publicado originalmente en la revista Teosofía en Argentina (Año XVII, Nº 70), es uno de sus últimos escritos y esperamos poder contar con nuevo material literario resultado de tantos años de investigación y experiencia, del trabajo abnegado que él supo brindar al Movimiento Teosófico.

Presentado por Emmanuel Velázquez

Integrante del Centro


 

Sabemos que las primeras grandes corrientes de la psicología concibieron un hombre condicionado. El psicoanálisis vio en él un compuesto psicosomático gobernado por instintos y pulsiones. El conductismo, un conjunto de respuestas a diversas y variados estímulos. Luego, la psicología humanista o existencial agregó al cuerpo la psiquis (la dimensión espiritual) e introdujo el concepto de libertad.

No existen dudas, el hombre se mueve en tres esferas o dimensiones. Una sería la Biológica, con sus causas y efectos orgánicos; otro la Psicológica, donde juegan las causas psíquicas, con sus traumas o neurosis de diversas patologías; y luego, tenemos la dimensión Espiritual, es decir, donde sienta sus bases el fenómeno verdaderamente humano, donde hay por ejemplo “conciencia moral” además del verdadero sentido del Amor (totalmente diferenciado del sexo).

Pienso que nuestros miedos y condicionamientos (causas psíquicas) tiene sus raíces en la falta de significado que tenemos de la vida; es decir, cuando vivir es apilar mecánicamente horas y días sin sentido, sin valor, por lo tanto, transformándose en el factor enfermante. El hecho es que hay que vivir como si todo fuera posible, y no sólo necesitamos vivir con un propósito sino también morir con un sentido. Por lo que se deduce son metas a conquistar.

Entiendo que lo más importante para la permutación es descubrir qué es lo que vale la pena hacer pero, principalmente, a qué debemos anhelar. Las necesidades son variadas pero, esencialmente ¿a qué debemos aspirar? Imagino una aspiración de carácter interior y otra exterior. Dado que la aspiración interior es espiritual, cuando me refiero a la exterior señalo en ella ese aspecto subjetivo citado como psicológico (sentimientos, emociones, pensamientos, pasiones, deseos, apegos, etc.), llamado técnicamente KAMA-MANAS. La transformación espiritual está implantada en nosotros, es innata a nuestra existencia más allá de los meros aspectos psicológicos. Más aún, cuando esta transformación se manifiesta en nuestra personalidad, los cambios externos se producen por si solos. Claro que si estos son puramente externos quedarán sin efectos, serán efímeros y en poco tiempo se perderán. Lo fundamental es el cambio, es decir en ese mundo subjetivo kámico-manásico (mente-emociones) y poder ver por nosotros mismos.

Para ello, la teosofía es la vía, es el intento inspirador para lograr la transformación interior porque conoce toda la estructura humana.

Un gran pensador dice que “somos incapaces de permanecer limpios, frescos, tiernos como cuando nacemos. Estamos llenos de impresiones, coloreados y distorsionados de diferente manera y no tenemos el encanto de la niñez”. Esto es verdad: la vida, nuestro pasado, la tradición, la familia, la escuela, etc., condicionan nuestro vivir.

El pasado no está realmente muerto, revive cada tanto; por qué no decir constantemente, puesto que el entorno lo favorece aún más. Nosotros, es decir, nuestro SER REAL, tenemos raíces incorruptibles y perennes; se encuentran en lo más profundo de nosotros mismos. Pero cuando se expresan a través de la mente pueden ser a la vez espirituales o materiales. La mente -MANAS- es dual (a poco que investiguemos podemos verificar este hecho), una es la que trata e interpreta en términos de diferencias y establece relaciones de pensamientos. Un interpretar intelectual-racional. La otra, en cambio, puede conocer la UNIDAD y experimentarla en BUDHI. Esta parta de MANAS es una con BUDHI y es espiritual, a diferencia de su complemento o contraparte material.

A nivel mental sensorial existen varios modos de acercarnos a la verdad. Uno es el que se aprende de las escrituras sagradas o el gurú, conocimiento del nivel mental superior racional metafísico. Y el otro es BUDHI, la inteligencia que toma conciencia de la verdad directamente. Este último no es intelectual en el sentido que le damos habitualmente al término. Le llamamos SABIDURÍA para destacar su calidad de inteligencia directa frente al mero conocer formal.

Si bien el conocer del intelecto no puede salir de la dualidad tiene la posibilidad de intuir la unidad que le trasciende, el segundo brota del estado unitario de conciencia.

Las varias maneras de conocer serian, primero, el pensamiento basado en los sentidos y la memoria; segundo la meditación y reflexión que aclara lo que esta oscuro; tercero, la contemplación que es visión directa y total.

Tenemos que remplazar la erudición por la experiencia directa, es decir, por el despertar de las potencialidades de nuestra mente. Se nos enseña que tan pronto logramos silenciar la inquieta actividad del intelecto y damos una posibilidad a la intuición, se manifiesta en nosotros el espíritu puro que todo lo abarca. Este es el paso de lo conocido a lo desconocido y, sin embargo, verdadero.

Esto implica la necesidad de penetrar hasta los límites del pensamiento donde las palabras se convierten en paradojas y la lógica se vuelve contra sí misma, o sea, experimentar la realidad como un todo único. La sabiduría no desdeña al pensamiento ni a la razón, sino que los usará pertinentemente.

Cuando comienza en nosotros la transformación, el poder de ATMA-BUDHI-MANAS (los principios espirituales), es decir, la naturaleza ideal del hombre, empieza a hacerse más efectiva y dinámica en nuestra personalidad. Se establece el principio de una mayor autoconciencia en nosotros; esto implica “un darse cuenta” o, dicho de otra manera, un ver mejor en nuestra interioridad pero especialmente ver las reales motivaciones y, naturalmente, las consecuencias en nuestra vida.

Estos poderes espirituales, que difícilmente son percibidos, suelen presentarse imprevistamente, iluminando una situación o circunstancia. Es como si uno adivinara, algo así como saber de antemano lo por acontecer.

Las características de este poder o poderes son del orden de la unidad, lo que significa que tiene el o los contenidos de lo universal (entendiendo por ello capacidad integradora, unitiva, omnicomprensiva). Por lo tanto hace factible el ver todo lo que estorba, ensucia, oscurece o condiciona nuestra naturaleza personal. También debe quedar claro que no es posible enseñar a nadie a ser perceptivo ante la VERDAD; enseñar a ser sensible por el orden o la belleza; esto debe lograrse por el propio esfuerzo intentando interpretar los Principios Universales que rigen al mundo y a nuestra naturaleza.

EL seguidor de la SABIDURÍA DIVINA sabe que todas las soluciones y definiciones lógicas son limitadas porque la realidad está más allá de los pares de opuestos y contradictorios que operan nuestra lógica.

El pensador Henri Bergson dice “el intelecto es incapaz de penetrar en la esencia de las cosas, puede aproximarse al máximo y luego de la gran experiencia, interpretarla. Sólo la intuición puede asir la esencia de las cosas. La intuición es el intento desinteresado y consiente de sí mismo”.

Así, mediante la INTUICIÓN asimos la realidad por dentro, penetramos en el interior de la vida. Mediante ella, entramos en contacto con el núcleo y el centro de todas las cosas y respiramos algo de ese océano de vida. La intuición es así la clave… es una toma de consciencia de lo que “ES”… es donde el conocedor y ser se identifican.

La experiencia de los místicos es una prueba de ello.

 Luis Spairani

Miembro de la Sociedad Teosófica de Adyar en Argentina