“Suya hasta la Muerte y Después, H.P.B.”
Editorial Mayo 2015
Este mes nuestro Centro presenta su nota editorial cuatro días antes de lo habitual y esto se debe a que hoy 8 de mayo, se conmemora el día del fallecimiento de Helena Petrovna Blavatsky. Conmemorar significa “hacer memoria” y nada más justo que esto, ya que hacer memoria de lo que ella hizo por la humanidad, poniendo al alcance de todos el enorme conocimiento llamado Teosofía —cuando este se encontraba disperso y en lenguas antiguas, reuniéndolo y presentándolo en un idioma accesible— es algo que no muchos valoran como se debiera. Pero su grandeza no sólo se debe al hecho de transmitir este conocimiento a todas las generaciones por venir, sino también al hecho de ser un ejemplo de devoción hacia su Maestro y a la llamada “La Gran Causa, la humanidad”, por la que sentía una profunda preocupación. Ella entregó su vida a este trabajo y esto no es sencillamente una metáfora, entregó su tiempo, su esfuerzo, su salud física y su dinero, ya que por pertenecer a una familia de la nobleza rusa, era poseedora de bienes y riqueza. Todo puesto al servicio de esta labor. Fue la impulsora del Movimiento Teosófico que surgió en el año 1875, con el propósito de alertar a la humanidad del peligroso camino que transitaba y que amenazaba su existencia futura. Si este objetivo logró concretarse, sólo el tiempo lo podrá demostrar. En lo sucesivo, algunas personas entendieron la razón de su trabajo, la que ella misma explica en su carta a la Convención Americana de abril de 1888, al referirse al porqué de la creación de la S.T. como instrumento para llevar a cabo esta obra:
“…Fue pensada para oponerse al materialismo, y también al fenomenalismo espiritista o espiritualista y a la adoración de los Muertos. Tenía que guiar el despertar espiritual que ahora ha comenzado, y no servir de alcahuete a los antojos psíquicos que sólo son otra forma de materialismo. Por “materialismo” se entiende no sólo una negación antifilosófica del espíritu puro, sino también, un materialismo en la conducta y la acción —brutalidad, hipocresía, y por arriba de todo egoísmo— pero también los frutos de una incredulidad en todo salvo en las cosas materiales, una incredulidad que se ha incrementado enormemente durante el último siglo, y que ha conducido a muchos, después de negar toda otra existencia que no sea la de la materia, a una creencia ciega en la materialización del espíritu.”
Fueron muy pocos los que en aquel entonces comprendieron que H.P.B. es el eslabón entre los Maestros y la humanidad, y que su tarea era guiada por Ellos. Y por lo tanto no entendieron su mensaje, su esfuerzo y su entrega. Su trabajo tenía la finalidad de que las personas supieran que debían realizar un cambio en su Conducta, como paso necesario en su camino evolutivo y que comprendan también, que ese es el propósito del conocimiento teosófico. Pero en la actualidad ¿cuántos siguen sus enseñanzas?, ¿cuántos son los que se atreven a enfrentarse a sus propias tendencias, para realizar un verdadero cambio en sí mismos? Sabemos que ese es el mayor de los retos, porque cambiando nosotros el mundo cambiará, ya que las tendencias de la civilización son nuestras propias tendencias. En la carta citada, H.P.B. con la fuerza y la firmeza que la caracterizan, pero a la vez con gran paciencia y compasión nos alertó lo siguiente:
“…La tendencia de la civilización moderna es una reacción hacia el animalismo, hacia el desarrollo de aquellas cualidades que conducen al éxito en la vida del hombre como un animal en la lucha por la existencia animal. La Teosofía busca desarrollar la naturaleza humana además de la animal, en el hombre, con el sacrificio de la animalidad superflua la cual, la vida moderna y las enseñanzas materialistas han desarrollado en un grado que es anormal para el ser humano a este nivel de su progreso.”
W. Q. Judge fue una de las personas que mejor comprendió a H.P.B. Su gran y gentil corazón, que permaneció esencialmente fiel, representó el “espíritu” del Movimiento Teosófico en América, y debió luchar con las mismas oposiciones que se sucedieron contra esta “gran iniciativa”, en otras partes del mundo. Luego de la muerte de H.P.B. muchas cosas se escribieron de ella pero nadie mejor que él para dar testimonio, aunque sea muy brevemente, de quien fue su “amiga y maestra”.
Presentado por Guillermo Colombo
Integrante del Centro
"Suya hasta la muerte y después, H.P.B."
Este era el modo en que nuestra amada maestra y amiga siempre concluía sus cartas hacia mí. Y ahora, aun cuando todos nosotros nos encontramos confiándole al papel algunas anécdotas de esta difunta amiga y maestra, siento tan cerca y tan potente la magia de esa fuerza irresistible, como la corriente de un río poderoso, que aquellos que siempre confiaron en ella plenamente llegaron a comprender. Es en verdad afortunado ese Karma que, por todos los años desde que la vi por primera vez, en 1875, me ha mantenido fiel a la amiga que, enmascarada bajo la externa vestidura mortal conocida como H. P. Blavatsky, me fue siempre fiel, siempre amable, siempre mi maestra y guía.
En 1874, en la ciudad de Nueva York, me encontré por primera vez con H.P.B. en esta vida. Por pedido suyo, realizado a través del Coronel H. S. Olcott, ocurrió en Irving Palace donde ella habitaba, cuando entonces, lo mismo que, por el resto de su tempestuosa carrera, ella se encontraba rodeada de los ansiosos, los intelectuales, los bohemios, los ricos y los pobres. Fueron sus ojos los que me atrajeron, los ojos de alguien a quien debí haber conocido hace mucho tiempo en vidas pasadas. Tuvo hacia mí una mirada de reconocimiento desde el primer momento, y desde entonces esa mirada jamás cambió. No me acerqué a ella como alguien con inquietudes filosóficas, no como alguien que tanteando en la oscuridad busca la luz que las escuelas y las teorías caprichosas han oscurecido, sino como alguien que, habiendo recorrido muchos periodos a través de los pasillos de la vida, estaba buscando a los amigos que pudieran mostrarle donde habían sido escondidos los esquemas del trabajo. Y en verdad ella respondió la llamada, revelando una vez más los planes, y sin mediar palabras de explicación, simplemente los señaló y continuó con la tarea. Fue como si nos hubiésemos separado la noche anterior, dejando aún algunos detalles para hacer, de una tarea asumida con un mismo fin; era maestro y alumno, hermano mayor y menor, ambos consagrados a un único fin, pero ella con una fuerza y un conocimiento que solo pertenecen a los leones y a los sabios. Así, amigos desde el principio, me sentí a salvo. Sé que otros han observado con suspicacia un aspecto que no podían comprender, y aunque es verdad que alegan muchas pruebas que, con una mano en el pecho, podrían condenar a sabios y dioses, sin embargo, es sólo debido a su ceguera que ellos fallaron y no pudieron ver la mirada del león, el corazón de diamante de H.P.B.
Todas las páginas de esta revista no serían suficientes para permitirme dejar registro de los fenómenos que ella llevó a cabo para mí a lo largo de estos años, ni es mi intención hacerlo. Como ella dijo muy a menudo, ellos no probaron nada sino que solo condujeron a algunas almas a la duda y a otras a la desesperación. Y de nuevo, no creo que hayan sido hechos solo para mí, sino simplemente que en esos primeros días ella estaba tendiendo las líneas de fuerza alrededor de toda la tierra y yo, afortunadamente, me encontraba en el centro de la energía y vi la acción de las fuerzas en fenómenos visibles. La explicación que ha sido dada por algunos amigos muy ansiosos, es que los fenómenos de los primeros tiempos fueron errores de juicio, que se intentó corregir en años posteriores confinándolos a un área y limitando su número, pero hasta que alguien pueda presentar sobre este punto, una aprobación escrita por H.P.B., voy a sostener su propia explicación hecha con anticipación y que nunca cambió. La que he dado antes. Para muchos es más fácil refugiarse en una acusación de un mal juicio, que entender las extrañas y poderosas leyes que gobiernan asuntos como estos.
En medio de toda la confusión de su vida, por encima del estruendo producido por aquellos que la acusaron de engaño y fraude y otros que la defendieron, mes tras mes y año tras año, presenciando hombres y mujeres que entraron al Movimiento Teosófico sólo para dejarlo rápidamente con malignas frases hacia H.P.B., se yergue una realidad que todos nosotros deberíamos imitar: la absoluta devoción hacia su Maestro. “Fue Él”, ella escribe, “quien me pidió que me consagre a esto, y nunca voy a desobedecer y nunca retrocederé.”
En 1888 me escribió en una carta privada:
“Bueno, mi único amigo, deberías saber más. Mira mi vida y trata de darte cuenta de esto, al menos en su curso externo, ya que el resto está oculto. Me encuentro bajo la maldición de estar siempre escribiendo, al igual que el judío errante se encontraba bajo la de estar en movimiento, sin detenerse ni un momento para descansar. Tres personas comunes en un estado saludable, difícilmente podrían hacer lo que yo tengo que hacer. Vivo una vida artificial; soy una autómata funcionando a todo vapor hasta que el poder que genera el vapor se detenga, y entonces… ¡adiós! *** La noche anterior se me mostró a vuelo de pájaro las Sociedades Teosóficas. Vi a algunos sinceros teósofos en una lucha a muerte con el mundo en general, mezclados con otros teósofos, de nombre, pero ambiciosos. Los primeros eran más en número de los que puedas pensar, y ellos prevalecieron, al igual que ustedes prevalecerán en Estados Unidos, si solo se mantienen firmes al programa de los Maestros y fieles a sí mismos. Y antenoche vi a .:. y ahora me siento fuerte —tanto como puedo estarlo en mi cuerpo— y lista para pelear por la Teosofía y por los verdaderos [teósofos] hasta mi último aliento. Las fuerzas defensivas deben ser distribuidas juiciosamente —siendo tan escasas— alrededor del planeta, donde sea que la Teosofía esté luchando contra los poderes de la oscuridad.”
Tal como siempre fue; consagrada a la Teosofía y a la Sociedad, organizada para llevar adelante un programa que abraza al mundo entero. Dispuesta al servicio de la causa para ofrecer esperanza, dinero, reputación, la vida misma, para que la Sociedad pudiera ser salvada de todo daño, ya sea pequeño o grande. Y así entregar cuerpo, corazón y alma a esta entidad denominada Sociedad Teosófica, destinada a protegerla de todo peligro, de hecho de toda pérdida; frecuentemente incurría en el resentimiento de muchos que se convertían en sus amigos, pero que no siempre se preocupaban por la joven organización como ella había jurado hacer. Y cuando ellos actuaban de forma antagónica a la Sociedad, su oposición instantánea les parecía que anulaba las manifestaciones de amistad. Es por esto que tenía pocos amigos, ya que se requería una refinada perspicacia, libre de susceptibilidades personales, para poder ver incluso una pequeña parte de la verdadera H. P. Blavatsky.
¿Pero su objetivo era meramente formar una Sociedad cuya fortaleza se sostuviera en los números? No es así. Ella trabajaba a cargo de directores que, operando desde detrás de escena, sabían que la Sociedad Teosófica era, y debía ser, el núcleo a través del cual la ayuda podría extenderse a toda la gente de estos días, sin esperar agradecimiento ni reconocimiento. Una vez, en Londres, le pregunte cuales eran las posibilidades de atraer a las personas dentro de la Sociedad, al ver la desproporción enorme entre el número de miembros y los millones en Europa y América que ni la conocían ni se interesaban por ella. Reclinándose en su sillón, en el que estaba sentada ante su escritorio, dijo:
“Cuando consideras y recuerdas aquellos días de 1875 y después, en los que no podías encontrar ninguna persona interesada en tus pensamientos, y ahora miras en la amplia propagación de la influencia de las ideas teosóficas —sin importar como la hayan rotulado— no es tan malo. No estamos trabajando meramente para que las personas se llamen a sí mismos teósofos, sino para que la doctrina que nosotros abrigamos pueda conmover e influenciar a la totalidad de las mentes de este siglo. Esto solo puede ser llevado a cabo por un pequeño grupo de sinceros trabajadores, que no trabajen por recompensas humanas, ni por reconocimientos mundanos, sino que, apoyados y sostenidos en la creencia de aquella Hermandad Universal, de la cual nuestros Maestros son parte, trabajen constante y fielmente, en comprender y presentar a consideración las doctrinas de vida y deber que han llegado a nosotros desde tiempos inmemoriales. No fallará mientras algunos pocos devotos sigan trabajando para mantener el núcleo existiendo. No se te dieron instrucciones de fundar o realizar una Hermandad Universal, sino de formar el núcleo para la misma; porque es sólo cuando el núcleo está formado que la acumulación puede comenzar, que terminará en futuros años, sin importar cuantos, en la formación de ese cuerpo que tenemos en mente.”
H.P.B. tenía un corazón de león, y en el trabajo trazado para ella tenía la garra de un león; que nosotros, sus amigos, compañeros y discípulos, nos mantengamos llevando a cabo los designios volcados en la pizarra, por la memoria de su devoción y el conocimiento de que detrás de su trabajo se encontraban, y aún permanecen, los Hermanos Mayores que, por encima del retumbar y el estruendo de nuestra batalla, siempre divisan el fin y dirigen las fuerzas distribuidas en formación para la salvación de “esa gran huérfana: la Humanidad”.
William Q. Judge
Notas:
- Originalmente publicado en la revista Lucifer, Vol. VIII, en junio del año 1891, págs. 290-292, bajo el título “Yours till Death and After, H.P.B.”.
- La traducción fue realizada por integrantes del Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina.