Sólo en el Hombre Hay Esperanza para el Hombre
Editorial Julio 2015
Cuántas veces hemos escuchado a alguna persona preguntarse ¿cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué o para qué vivimos? Estas son preguntas que alguien se plantea cuando no encuentra una razón para la existencia. Y si bien los estudiantes de Teosofía contamos con la literatura que contiene el conocimiento acerca del propósito de la vida, aún así tenemos algunos interrogantes acerca de por qué “estamos como estamos”. Cuantas veces nosotros mismos nos hemos preguntado ¿por qué el mundo se ha transformado en un lugar tan convulsionado, tan dañino y tan peligroso para toda la vida que existe en él? Claro que nuestro pensamiento nos lleva a ver a la ley de karma como el productor natural del necesario efecto que sigue a la causa. Pero ¿cuál fue la causa que generó el estado actual de la humanidad? En nuestra pasada nota del mes de junio quedó claro que el ser humano es el productor de la mayor parte del sufrimiento que se padece, por lo tanto responsable de la mayor parte del mal en la actualidad. Sabemos que frente a esta situación, no son pocas las personas que pretenden que algo o alguien intervenga y logre cambiar el curso de las cosas; siempre se espera que la solución llegue a través de algo externo a nosotros. ¿Será el miedo y la poca confianza en nosotros mismos lo que hace que nos sintamos incapaces de resolver algo que es parte de nuestra responsabilidad? ¿Será que desconocemos las leyes que gobiernan la naturaleza y a los seres humanos, siendo estas mismas leyes las que nos permiten realizar los cambios en nosotros, lo que luego producirá cambios en nuestro entorno? Los Maestros nos muestran en sus escritos que la solución del grave problema del mal en la humanidad depende de nosotros.
“Hasta que la emancipación final reabsorba al Ego, éste debe ser consciente de las simpatías más puras despertadas por los efectos estéticos del arte más elevado; sus cuerdas más sensibles tienen que responder al llamado de los más sagrados y nobles vínculos humanos. Por supuesto, cuanto más grande sea el progreso hacia la liberación, menos lugar habrá para eso, hasta que para coronarlo todo, los sentimientos humanos puramente individuales, personales —lazos de consanguinidad, de amistad, de patriotismo y de predilección racial— todos cederán para fundirse en un solo sentimiento universal, el único verdadero y sagrado, el único inegoísta y Eterno: ¡Amor, un inmenso Amor para la humanidad como un Todo! ¡Porque la “Humanidad” es la gran Huérfana; la única desheredada sobre esta tierra, mi amigo! Y es deber de cada hombre capaz de un impulso inegoísta hacer algo, por poco que sea, por el bien de ella. ¡Pobre, pobre humanidad! Me recuerda la antigua fábula de la guerra entre el Cuerpo y sus miembros: aquí también cada miembro de este enorme “Huérfano” —sin padre y sin madre— cuida egoístamente sólo de sí mismo. El cuerpo descuidado sufre eternamente, ya estén los miembros en guerra o en paz. Su sufrimiento su agonía nunca cesan… Y ¡quién podría culparlo —como lo hacen vuestros filósofos materialistas— si en este aislamiento y abandono eterno, se han creado dioses “¡cuya ayuda siempre se implora pero no es oída!”… Ya que:
“Como sólo en el hombre hay esperanza para el hombre,
¡No dejaría llorar a uno a quien yo pudiera salvar!...””1
Vemos una vez más, como los Mahatmas nos instan a unirnos como un todo que somos. Algo que da la impresión que no vemos o no queremos ver. Y aquí encontramos la respuesta a nuestro interrogante: se llegó a esta instancia debido a la falta de unión entre los hombres. Increíblemente, nuestro desafío es ver en el prójimo a nuestro hermano, algo que debiera ser un pensamiento y un sentimiento natural, evitando que esto sea sólo una expresión. Debemos entender que la rivalidad que existe entre las personas se debe a la ignorancia que nos hace ver al “otro” como un enemigo, sin comprender que los antagonismos entre las personas son producto de “vicios” mentales debido a esa misma ignorancia. Ese antagonismo se propaga al igual que un virus, se extiende a todos los ámbitos y se multiplica llevando a las personas a todo tipo de conflicto. Conflictos políticos, conflictos de creencias, sobre el color de piel, la nacionalidad, el deporte, etc. La vida se vuelve totalmente pasional y la razón, el discernimiento y la compasión brillan por su ausencia.
Conectarnos con el sufrimiento de los demás y aunar esfuerzos para el bien común, hará que nuestra fugaz existencia en la Tierra tenga un verdadero sentido y valga la pena ser vivida.
Se sostiene que somos seres pensantes poseedores del libre albedrío, que tenemos poder de decisión en nuestros actos, algo de lo cual hacemos alarde. ¿Seremos capaces entonces, de tomar una decisión verdaderamente importante, cambiando el rumbo de nuestra vida? ¿Seremos capaces de mirar un poco más allá de nuestros propios y mezquinos intereses para lograr al menos ser mejores personas? Esta es la esperanza que hay en nosotros, porque somos nosotros los que debemos cambiar el estado actual de las cosas. ¿Tendremos la valentía de hacerlo?
Vale la pena intentarlo.
Andrea Suarez
Guillermo Colombo
Integrantes del Centro
1- Extracto de la carta nº 8 del libros “Las Cartas de los Mahatmas a A. P. Sinnett”.