La Libertad que necesitamos
Editorial Septiembre 2014
Nilakantha Sri Ram fue el quinto presidente internacional de la Sociedad Teosófica de Adyar, hijo de familia de teósofos y padre del séptimo presidente, la Sra. Radha Burnier, fallecida recientemente. Su estilo amable y cercano lo transformó en un personaje muy querido dentro del Movimiento. A través de su literatura se transluce su enorme preocupación por la humanidad, haciendo un continuo hincapié en la necesidad de un cambio interno basado en la ética y la moral teosófica, relegando a un segundo plano la intelectualización de las enseñanzas. Fue un profundo pensador, penetrando en la naturaleza humana y mostrando las limitaciones en las que nos encontramos, intentó continuamente direccionar a los estudiantes hacia un desarrollo sincero, para que de este modo puedan ser más útiles a la humanidad. Hemos tomado algunas palabras suyas, extracto de un artículo publicado en la revista The Theosophist de septiembre de 1963, donde hace una reflexión sobre la libertad, el sentido habitual de esta palabra y su lado más profundo, aquel al que deberíamos aspirar.
Presentado por Emmanuel Velázquez
Integrante del Centro
Existen dos clases de libertad: la libertad de la que la gente habla generalmente y una clase distinta de libertad. Cuando un hombre está perturbado, quiere librarse de la situación que causa tal perturbación. Si me encuentro en una situación que no me agrada, mi reacción será salirme de ella lo antes posible. De modo que cuando hablo de libertad, se trata simplemente de una reacción a una condición particular, un deseo de escapar a esa condición. La libertad que se busca es parcial, en realidad no es libertad ya que la nueva situación tendrá también sus problemas. La otra clase de libertad a que nos referimos es la que está dentro del propio corazón, desvinculada de las condiciones externas. Si existe esta libertad interior se puede estar encerrado entre las cuatro paredes de una prisión, pero aún allí se experimentará libertad, que es realmente felicidad.
Durante las décadas pasadas ha habido un acrecentamiento de libertad social; esto es, libertad del individuo en relación con la sociedad. En muchas partes del mundo hay mucha más libertad para que el individuo viva su vida a su manera sin imposiciones de otros. Entre otras cosas, hay ahora más libertad para la mujer. Pero todo esto no impide el conflicto entre un individuo y otro. Tampoco borra los conflictos del propio corazón. Hay libre juego para todas las fuerzas que causan nuestro sufrimiento. Hay un armazón de orden en el propio individuo o en la sociedad, pero dentro de esa armazón hay caos y tanto dolor como libertad, porque pese a la libertad exterior, no experimentamos paz en la mente o felicidad porque ambas dependen de la libertad interna. Hay una libertad que se experimenta en el propio proceso de sí mismo, tal la que se expresa en nuestro pensamiento y sentimiento con respecto a la gente y a las cosas. Tomemos por ejemplo cualquier cosa que pueda molestarnos, hay una manera de pensar sobre eso que nos hace sentir mal, que da lugar a mayor pena, pero puede haber un modo distinto de apreciarlo, una actitud diferente, con la cual podremos experimentar paz y felicidad. Necesitamos percibir esta importante verdad en relación con todo lo que puede afectarnos.
Lo que llamamos felicidad o goce es, por lo común, una simple reacción o excitación. Es como el fuego en la hierba o en los matorrales que arde con rapidez reduciéndose enseguida a cenizas. Tenemos la terrible excitación de la guerra. Por supuesto que la guerra cosecha agonía y muerte, pero la mente humana está acostumbrada a mirar solamente lo que quiere mirar. De inmediato, está la excitación, luego la agonía. No miremos lo desagradable, aprovechemos la excitación. ¿No es ésta por ventura la actitud de la mayoría de nosotros con respecto a un placer inmediato, a un estímulo agradable? Necesitamos librarnos de todas las fuerzas internas que nos causan pesadumbre, que crean complicaciones y conflictos. Eso es lo que nos impide ver las cosas tal cual son. Solamente en un estado de libertad interior, que es la libertad de la conciencia humana frente a toda compulsión, sea ésta externa o interna, puede haber libre albedrío.
N. Sri Ram
Nota: Esta traducción aparece en el Vol. 84, Nº 10-12 de “El Teósofo” (julio-septiembre), revista publicada en Argentina trimestralmente que contenía traducciones de una selección de los artículos que habían aparecido durante esos meses en The Theosophist.