En Memoria de un Ejemplar Hermano, Luis Spairani
17 de mayo de 2022
Un día como hoy, un 17 de mayo, pero hace ya muchos años atrás, nacía Luis Spairani, y para hoy ya hace poco más de dos años que dejó de acompañarnos en este mundo, desde la tarde del miércoles 25 de marzo del 2020. Llegó cansado a sus últimos días, lleno de dudas y de certezas, pero con la misma convicción de siempre. Cansado porque durante años el Karma de su cuerpo físico se había ensañado con él y lo hizo pasar por una enorme serie de complicaciones que le generaron dolencias y limitaciones en su día a día, sin embargo nunca se quejó ni se escondió detrás de esas limitaciones, las acepto con estoicidad y hasta con cierto agradecimiento. Y hasta sus últimos alientos, hasta sus últimos esfuerzos en sus largos últimos años, donde el cuerpo ya no lo acompañaba, intentó incentivar a todo aquel que se le acercara, casi con desesperación, para que el trabajo al que había dedicado gran parte de su vida, continuara. Porque si hay algo que he aprendido en mis años de estudiante es que lo que más caracteriza a los grandes estudiantes de Teosofía no es su necesidad de llegar a ser, sino su continuo esfuerzo por encontrar continuadores y que estos puedan ser mucho mejores que ellos mismos.
No lo conocí de joven, ni de adulto. Recién lo conocí en los últimos años de su vida, cuando ya no tenía esa fuerza avasalladora, ni esa voz potente que tanto lo caracterizaban, según me contaron. Pero sí tenía esa mirada penetrante y acompañada por la madurez del pensamiento que los años bien habidos, pero sobre todo el sufrimiento bien llevado, pueden dar. Lo conocí en la que él consideraba su casa, la sede de la Sociedad Teosófica de Adyar, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. El lugar dónde hubiese pasado hasta el último minuto de su vida si hubiese podido. Sin embargo, pasaron varios años hasta que las circunstancias de la vida me transformaran poco a poco en una persona cercana a él, y me permitieron tener el enorme placer de compartir largas charlas en sus últimos años, esas charlas que quedan grabadas en el alma, que me acompañaran hasta mis últimos días y que su recuerdo me da fuerza en los momentos más difíciles.
Durante estas charlas el me contó montones de anécdotas y de sucesos de su vida como miembro de la Sociedad, pero sobre todo como trabajador e intentador como estudiante de Teosofía, y no encuentro mejor forma de recordarlo que compartiendo algunas de esas anécdotas, porque entiendo que cuando el me las contaba era su intención que no queden perdidas en el olvido, y eran de alguna forma las historias que él hubiese decidido compartir. Desde ya no tengo una memoria privilegiada, por lo que no son muchos los detalles que puedo compartir, pudiendo equivocarme en alguno de mis recuerdos, y también es justo decir que lo que aquí escribo es lo que él me contó, y no tengo forma de verificar la exactitud de sus recuerdos. Pero sí puedo garantizar de que a grandes rasgos son sus historias, pero también gran parte de la historia del Movimiento Teosófico de Latinoamérica en los últimos 60 años.
Desde muy joven tuvo una mente inquieta que lo llevó a interesarse en la lectura de filósofos y pensadores, alejándolo de los intereses comunes de los jóvenes de su edad. Pasó su niñez y adolescencia en el barrio de Barracas, barrio que no abandonaría en toda su vida, según tengo entendido, a pesar de que la vida lo llevaría a viajar y conocer lugares de todo el mundo. Fue también en la cercanía de ese barrio en donde encontraría uno de sus primeros empleos, si no el primero, que se transformaría en su oficio y que, por los caprichos del destino, lo llevaría a conocer a sus dos grandes compañeros. Es imposible aquí hablar de Luis Spairani, sin nombrar a Juan “Tito” Cassibba y a Juan Viñas, porque entre los tres compartieron casi toda su vida, tanto dentro como fuera del trabajo que realizaron por la Sociedad, siendo el dentro y el fuera más bien una realidad entremezclada. Es mucho lo que se puede hablar de los señores Cassibba y Viñas, sin embargo no soy el indicado para hacerlo, ya que no tuve la fortuna de compartir mucho tiempo con ellos, pero es indudable que los tres, cada uno desde sus características personales, fueron importantísimos para la difusión de la Teosofía en Argentina y en Latinoamérica. Los tres se conocieron por trabajar en la industria de la imprenta, y se hicieron inseparables en el trabajo por la Teosofía. Fue Juan Viñas, según contaba Luis, el que, como quien no quiere la cosa, les hablo de las primeras nociones Teosóficas un día en el trabajo, y ante el interés de sus compañeros, les dijo que si querían saber más sobre esos temas debían visitar la Sociedad Teosófica, y los invito a una charla que había ese fin de semana. Para esto ya hacía un tiempo que se conocían y Luis me dijo, de forma jocosa, que sí había algo que no le perdonaba a Juan era que haya tardado tanto en hablarles de Teosofía.
Desde ese día los tres se transformaron en asiduos visitantes de la institución, que en ese momento se encontraba en un edificio que si mal no entiendo era alquilado. No pasó mucho tiempo para que Luis se hiciera Miembro de la S.T., su espíritu comprometido y curioso, lo llevaron a involucrarse cada vez más. Fue un evento fortuito el que lo llevo a dar su primera conferencia, ya que la conferencista que tenía que presentarse se había retrasado y el mismo Viñas lo empujo para que salga y dé él la conferencia, lleno de dudas y de inseguridad le pregunto de que tenía que hablar y Juan le dijo: “de lo que se te ocurra”. Claro que el tiempo lo transformaría en un hábil conferencista, caracterizado por la potente voz y firme convicción en su palabra.
Otro hecho fortuito fue el que lo llevaría a su único periodo como Secretario General de la S.T. en Argentina, ya que su valentía y ansias por colaborar hicieron que acompañe a la Sra. Andrea E. de Pondé como vicepresidente, pero unos años después de ser electa fallecería inesperadamente en el cargo, dejándolo así como sucesor en 1968.
El mismo espíritu inquieto y cooperativo, que lo llevaba a buscar continuamente la mejor forma de difundir y compartir las enseñanzas de su querida H. P. Blavatsky, lo llevaron a ser parte activa, y posiblemente a ser el mayor responsable de la fundación de la Federación Teosófica Interamericana, o por lo menos así lo creyeron sus compañeros, quienes decidieron que él debía ser quien se hiciera cargo de la presidencia una vez formada en 1972. Cargo que ejercería hasta diciembre de 1978.
Junto a la formación de la F.T.I. comenzaron a publicar la revista América Teosófica. En los primeros párrafos de la introducción primer número se puede leer algo, que si bien no está firmado con su nombre posiblemente haya sido escrito por él, que representa claramente el espíritu con el que fue fundada esta Federación, impregnada con sus propias motivaciones: “Con este primer número de la revista AMÉRICA TEOSÓFICA se materializa un sueño, es decir, algo que estaba en el corazón y la mente de los teósofos del continente americano. Ahora, habiendo avanzado en nuestras posibilidades de cooperación y unidad, poseemos un órgano común para el estudio y promoción de nuestras ideas, para informaciones del quehacer de la familia teosófica interamericana… ¿Y qué es esta Federación? Ella es la voluntad de las Secciones y Agencias Presidenciales del continente, de aunar esfuerzos en ciertas líneas de trabajo, pues ‘la unión hace la fuerza’ ”. (América Teosófica, Año 1, 1972, pág. 2)
En esta revista logra la colaboración directa de muchos escritores del ámbito Teosófico, llegando a obtener una gran cantidad de escritos realizados directamente para la revista de autores como Ianthe Hoskins, I. K. Taimni, Geoffrey Farthing, Jhon Coats (en el momento en el que era Presidente Mundial de la S.T. de Adyar), entre otros. Para este momento Luis ya estaba junto a su compañera, Nora Spairani, quien sería una ayuda fundamental para que pudiera intercambiar correspondencia con todos estos autores, ya que él no sabía inglés, y Nora era profesora universitaria de este idioma. Claro que la tarea de Nora no quedaba solo en ser su ayudante, ella fue su compañera y colaboradora, sabiendo recorrer su propio camino y formando juntos una dupla admirable de trabajadores.
Desde la misma Federación, junto con la ayuda de Nora y otros traductores, y con la ayuda de otros colaboradores, impulsó la publicación de una gran cantidad de libros, centralizando el trabajo en Argentina, con la idea de poder abastecer de literatura a todos los países de América. Sin embargo, esta como otras iniciativas nacidas desde el espíritu de la colaboración y buena voluntad, se encontraron con la recurrente realidad de la individualidad y el pensamiento egoísta. Lo que llevó a muchas de las iniciativas a callejones sin salida.
Pero, como ya dije, los años fueron templando su temperamento y fortaleciendo su naturaleza pacificadora, luchando siempre por mantener la armonía aún cuando veía cosas con las que no estaba de acuerdo. Buscando siempre la unidad en el trabajo, y la cooperación de las distintas partes. A la par que formaba una familia con Nora Spairani, con la cual tuvo dos hijos, luchó por hacer crecer el Movimiento Teosófico en español, dejando sudor y lágrimas en la institución, dejando todos sus esfuerzos, hasta sus economías. Porque si había algo que recalcaba con satisfacción, era que sus viajes, sus iniciativas y muchos de los trabajos que había llevado adelante, los había realizado con economías propias, colaborando continuamente con la institución y no esperando que la institución (a través del aporte de sus miembros) le pagara sus gastos, sin criticar a nadie, pero dejando en claro como pensaba que debían hacerse las cosas.
Para el 2000, ya con muchas de sus limitaciones físicas, su presencia en la sede era una constante. Siempre buscando en qué podía ayudar, siempre atento a los pequeños detalles. No hubo miembro nuevo en todos esos años que no pasara por su famosa “bendición”, o que no escuchara de su boca la frase “una cosa es la Teosofía, otra cosa es la Sociedad Teosófica y otra muy distinta es el Teósofo (refiriéndose al estudiante de Teosofía)”, marcando la clara diferencia que existía.
Posiblemente haya sido ese enorme amor que sentía por la institución lo que haya hecho que le cueste tanto entender cuando Manuel Fernández y un grupo de estudiantes dejamos de ser Miembros para formar el Centro de Estudios de la Teosofía Original. Durante mucho tiempo lo increpó a Manuel por haber dejado la S.T. de Adyar, pero a medida que fue viendo los distintos trabajos que llevábamos a cabo y las ideas que teníamos para seguir, se transformó, junto con Nora, en uno de nuestro mayores motivadores para que sigamos con nuestro trabajo, reconociendo la necesidad del mismo. Este reconocimiento nos llevó a poder colaborar mutuamente, y pudimos publicar en nuestra página muchos de sus escritos que eran inaccesibles para los estudiantes en general, dándole un espacio para que siguiera escribiendo. Aun tenemos algunos escritos inéditos que esperamos con el tiempo poder publicar.
A pesar de su mano temblorosa y de su dificultad para expresarse en palabras, era sorprendente ver cómo su mente mantenía tal lucidez en la reflexión y en el análisis, y cómo a través de un enorme esfuerzo luchaba por seguir transmitiendo sus ideas con la esperanza de que le sirvan a otros estudiantes. Abstraído en sus largos tiempos de reflexión, su mayor interés estuvo volcado a la importancia de la Mente en nuestro desarrollo interno, y supo dejar muchas de sus reflexiones en sus últimos escritos poniendo a esta Mente en el centro de atención. Era común en esos tiempos, que ante una conversación con alguien, siempre volcada a aspectos filosóficos, porque él todo lo llevaba a ese campo, esa persona cometiera el error de decir “yo pienso que…”, para que Luis lo interrumpiera inmediatamente y le dijera “¿Vos pensas? ¿estás seguro que pensas?”. Buscando hacerle comprender que en verdad la gran mayoría de nuestros pensamientos solo son repeticiones instintivas de nuestra mente y que el acto de “pensar” es algo mucho más elaborado y que requiere de un esfuerzo del intentador.
Su enorme comprensión del Compromiso, lo hizo dudar hasta último momento entre seguir estando para ayudar aunque sea en lo más mínimo, y poder irse en paz para poder volver con más fuerza y en mejores condiciones, para poder seguir colaborando con sus amados Mahatmas. Esperamos que el vínculo que formamos en esta vida nos permita volver a encontrarnos en esa oportunidad, con más tiempo para poder colaborar y trabajar a la par por esta causa.
“DESCANSA DE LA LARGA JORNADA YA CONCLUIDA, REPOSA EN EL CORAZÓN ESPIRITUAL DE TU ALMA, PARA RETORNAR ALGÚN DÍA LLENO DE LA FUERZA VITAL INTERIOR, QUE TE PERMITIRÁ ILUMINAR EL SENDERO DE LOS QUE AÚN CAMINAN A TIENTAS POR LA OSCURIDAD DE LA VIDA”.
Con fraternal afecto, en memoria de nuestro Hermano y Amigo, Luis Spairani.
El Centro