Chelas
Por H. P. Blavatsky
[Publicado en The Theosophist Vol. VI, octubre de 1884, pág. 1. Título original Chelas. Traductor desconocido. Revisado y corregido por el Centro de Estudios de la Teosofía Original de Argentina en julio de 2014.]
A pesar de la gran cantidad de artículos aparecidos en esta revista referentes al tema de los Chelas, parece que aún subsisten muchos malentendidos y puntos de vista falsos. ¿Qué son los Chelas y cuáles son sus poderes? ¿Tienen defectos y en qué se distinguen de las personas que no son Chelas? ¿Deberíamos tomar, cada palabra proferida por un Chela, como una verdad sagrada?
Estas preguntas son el fruto de las concepciones tan absurdas que, por un tiempo, las personas han tenido acerca de los Chelas y cuando se percataron de que estas ideas debían ser cambiadas, en varios casos la reacción ha sido muy violenta.
La palabra “Chela” simplemente significa un discípulo; sin embargo, en la literatura teosófica se ha cristalizado y en muchas mentes tiene tantas definiciones distintas como los que tiene la palabra “Dios”. Según el punto de vista exagerado de algunos, cuando un ser humano es un Chela, se le coloca de pronto en un plano en donde, toda palabra que pueda desafortunadamente pronunciar, se interpreta como ex cathedra [con autoridad], sin concederle al pobre, privilegio de hablar como una persona ordinaria. Si se descubriera que lo proferido era fruto de su pensamiento y responsabilidad, se le imputaría querer extraviar a su audiencia.
Ha llegado el momento de corregir de una vez por todas, esta idea errónea. Existen Chelas y Chelas, así como hay Mahatmas y Mahatmas. En verdad, existen Mahatmas que son los Chelas de aquellos que son más elevados. Sin embargo, nadie podría confundir ni siquiera por un instante, un Chela que acaba de empezar su camino espinoso, con aquel más grande Chela que es un Mahatma.
En efecto, el Chela es un ser desafortunado que se ha encaminado a lo largo “de un sendero no manifestado” y Krishna dice que “éste es el camino más difícil”.
Él se da cuenta de que en lugar de ser el vocero constante de su Gurú, su soledad en el mundo supera la de los que no son Chelas y su sendero está infestado de peligros que horrorizarían a muchos aspirantes, si los representáramos tal cual son. Así que, en lugar de aceptar a su Gurú y pasar un examen de admisión con el propósito de conseguir un bachillerato en el Arte del Ocultismo, bajo la guía constante y amistosa de su maestro, él fuerza la entrada en un recinto vigilado y, desde entonces, debe luchar y conquistar; o morir. En lugar de que él acepte, deber ser digno de aceptación. Ni siquiera tiene que ofrecer su persona. Este año, uno de los Mahatmas ha escrito: “Nunca se precipiten hacia nosotros por el chelado; esperen hasta que éste descienda sobre ustedes”.
Y haber sido aceptado como un Chela no implica que él sea simplemente el instrumento de su Gurú. Hablará de manera común y corriente, ahora como antes; y es sólo cuando el maestro envía por medio del Magnetismo del Chela un verdadero mensaje escrito, que la audiencia podrá decir que una comunicación llegó a través de él.
Puede suceder con ellos, así como ocacionalmente con cualquier autor, que puedan desarrollar palabras verdaderas y hermosas, pero no se debe concluir que durante tal expresión el Gurú estaba hablando a través del Chela. Si en la mente de este último había un buen pensamiento, la influencia del Gurú, como la lluvia refrescante para la semilla, puede haber facilitado su germinar repentino a la vida, desarrollándolo de manera anormal, sin embargo ésta no es la voz del maestro. En realidad, raros son los casos en que los maestros hablan a través de un Chela.
Los poderes de los Chelas varían en armonía con su adelanto y todos deberían saber que si un Chela tiene algún “poder”, no se le permite usarlo sino en casos excepcionales, y jamás puede ufanarse de poseerlo. Consecuentemente, aquellos que son neófitos no tienen más o mayores poderes que un ser común y corriente. En efecto la meta que le depara al Chela no consiste en adquirir un poder psicológico; su tarea principal es despojarse del sentido imperante de la personalidad, el cual es el espeso velo que nos oculta la parte inmortal, el verdadero ser. Así como él permita permanecer este sentimiento, así permanecerá ante la puerta del Ocultismo, incapaz de ir más allá.
El sentimentalismo entonces, no es la característica de un Chela. Su trabajo es duro, el camino pedregoso y la meta muy distante. Con el mero sentimentalismo no dará ni un paso. ¿Quizá esté esperando que el maestro le pida mostrar su osadía, despeñándose de un precipicio o desafiando el frío rígido de los Himalayas? Esperanzas vanas. No lo llamarán así. Por lo tanto, como él mismo no se viste de sentimientos, la gente no debería cubrir sus actos y palabras con un falso velo de sentimentalismo cuando quieran considerarlo.
Entonces, de ahora en adelante, tratemos de tener más cordura cuando miremos a un Chela.